Eucaristía y divorcio: ¿Hacia un cambio de doctrina?
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El libro, Eucaristía y divorcio: ¿Hacia un cambio de doctrina?, de José Granados (Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2014, 154 págs.) avalado por el prestigio académico y la experiencia de su autor, que es vicepresidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre matrimonio y familia, en la Universidad Lateranense, y profesor invitado en la Pontificia Universidad Gregoriana, pretende ir las raíces mismas de las cuestiones objeto de debate, preguntándose no tanto si la doctrina cambiaría o no, sino más bien qué modo de entender la doctrina es fecundo para abrir horizontes en la vida de la Iglesia y de las familias, aplicándolo después a la doctrina sobre el matrimonio indisoluble, como fuente de luz y de fecundidad para la Iglesia y para la sociedad.
La celebración del Sínodo extraordinario de los Obispos sobre la familia el pasado año y la convocatoria de una nueva asamblea ordinaria para el próximo mes de octubre, sobre el mismo tema, pone de manifiesto la preocupación de la Iglesia por evangelizar el matrimonio y la familia, ante la profunda crisis cultural por la que atraviesa. Uno de los aspectos que ha focalizado el debate sinodal, desde el punto de vista mediático, ha sido el de la admisión a la comunión eucarística de los divorciados vueltos a casar. Sin embargo, no parece que sea éste el reto fundamental que la evangelización del matrimonio presenta a la Iglesia en la actualidad, que consistiría más bien en responder al cambio antropológico-cultural que ha experimentado la sociedad actual, en el que está en crisis la cuestión del hombre, ofreciendo una visión antropológica adecuada para comprender el matrimonio y la familia, como instituciones en las que el hombre nace, se desarrolla y realiza su vida, y que alcanzan una relevancia singular a la luz de la fe en Cristo. Además, sólo a la luz de una adecuada visión antropológica, que permita comprender el sentido del matrimonio y la familia, y el significado de la obra redentora de Cristo respecto de estas dos realidades humanas, es posible plantear la cuestión concreta de las uniones matrimoniales irregulares y el acceso a la comunión eucarística, encontrando un camino que permita a los católicos que están implicados en estas uniones responder a la llamada del Señor a vivir en la verdad del matrimonio y de la Eucaristía.
La enseñanza de la Iglesia en esta materia, que ha sido constante a lo largo de toda la tradición, se basa en la indisolubilidad del matrimonio rato y consumado, en la necesidad del estado de gracia para recibir la comunión eucarística, y en la ilicitud moral de las relaciones sexuales entre quienes no están unidos en verdadero matrimonio. Se trata de principios doctrinales fundamentales, de los que se deriva la disciplina de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados vueltos a casar, mientras permanezcan en esa situación, manteniendo relaciones "conyugales" como si estuviesen casados, ya que se encuentran en una situación permanente y pública de grave incompatibilidad objetiva con la verdad del matrimonio y de la Eucaristía. Pero en la reflexión actual sobre la cuestión, se afirma que un cambio de esta disciplina, bajo determinadas condiciones, no cambiaría la "doctrina", es decir, la "verdad" del matrimonio, de la Eucaristía y de la moral sexual, que la Iglesia ha propuesto siempre como enseñanzas pertenecientes a la ley divina, es decir, como don que el amor de Dios hace al hombre para que pueda amar, vivir, esperar y alcanzar la salvación.
En este contexto se sitúa el presente libro, avalado por el prestigio académico y la experiencia de su autor, que es vicepresidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre matrimonio y familia, en la Universidad Lateranense, y profesor invitado en la Pontificia Universidad Gregoriana, que pretende ir las raíces mismas de las cuestiones objeto de debate, preguntándose no tanto si la doctrina cambiaría o no, sino más bien qué modo de entender la doctrina es fecundo para abrir horizontes en la vida de la Iglesia y de las familias, aplicándolo después a la doctrina sobre el matrimonio indisoluble, como fuente de luz y de fecundidad para la Iglesia y para la sociedad.
Frente a quienes consideran que la doctrina es un alto ideal inaccesible a la mayoría de los fieles, un bello discurso, un ornamento de la misión de la Iglesia, que tendría poco que ver con la vida concreta de los hombres, con sus limitaciones y sufrimientos, a los que habría que acercarse de modo pastoral, y no doctrinal, el autor pone de manifiesto que el auténtico concepto de "doctrina" es condición esencial de posibilidad de la pastoral, ya que la pastoral tiene como finalidad introducir al hombre en el misterio salvador de Cristo, y la doctrina es el relato dinámico de la vida de Jesús, en donde el creyente es acogido.
Para ello, realiza un estudio sobre el significado de la "doctrina" en el cristianismo, y su relación intrínseca con la práctica litúrgica, con la vida concreta del hombre en la carne y con la pastoral de la Iglesia, que ofrece a los hombres el camino de la salvación.
Precisamente, el valor principal de este pequeño ensayo sobre el concepto de doctrina en el cristianismo consiste, a nuestro entender, en el análisis del modo como se entiende la doctrina cristiana en la Sagrada Escritura, en la celebración litúrgica y en la vida concreta del creyente, a partir del testimonio de tres grandes doctores cristianos, como san Ireneo de Lyon, san Agustín de Hipona y santo Tomás de Aquino. De ese análisis se concluye que la doctrina es la propuesta de un relato, el relato de Jesús, que sigue llamando a los hombres a conformarse a él, y que, por ello, se hace luz para el camino del creyente, indicando los espacios y los tiempos en los que el hombre puede configurar su vida con el misterio salvador del Señor.
Al aplicar al matrimonio indisoluble este modo de concebir la doctrina, el autor pone de manifiesto que la vinculación entre vida matrimonial y vida eucarística es expresión de que el modo de vivir en el cuerpo debe ser conforme con el modo propio de la Eucaristía. Por eso, no se puede afirmar que la admisión a la comunión eucarística a quienes viven en situaciones irregulares, sin modificar esa situación, no cambiaría la doctrina en su sentido más hondo, puesto que, aunque se pretenda mantenerla como una idea o como un ideal externo a la vida concreta de los hombres, se desvirtuaría el nexo interior entre vida conyugal en la carne y vida eucarística, situando al fiel fuera del espacio y del ritmo temporal en que el amor hace fecunda la vida.
Con razón, el autor afirma que mantener el vínculo entre vida conyugal y vida eucarística constituye la terapia misericordiosa, que, lejos de rechazar a nadie o de abandonarlo a su suerte, ayuda a los bautizados a reconocer la herida que recibieron al iniciar la nueva unión, y les sitúa en el camino de la curación. (...) Este camino puede ser más lento o más rápido, pero siempre estará acompañado pacientemente por la Iglesia, que les ayuda a no detenerse en un itinerario que podrá llevar a la participación en la comunión eucarística, cuando sus relaciones vitales sean conformes a las instauradas por Jesús, sobre las cuales se edifica la Iglesia como presencia visible y sacramental del Reino de Dios.
En definitiva, creemos que el autor consigue su objetivo de presentar la doctrina cristiana en su auténtico significado, no como algo abstracto y desvinculado de la vida concreta de los fieles, sino como una realidad que pertenece al centro de la experiencia cristiana, como memoria de nuestro origen en Cristo y profecía de lo que en él estamos llamados a ser con su gracia, y, por tanto, como un tesoro fecundo en la vida de la Iglesia, como la luz que ilumina nuestro camino.
Consideramos que este volumen constituye una valiosa aportación en el actual camino eclesial de reflexión sobre la problemática matrimonial, que transcurre entre la celebración de dos Sínodos de los Obispos, porque no se limita a poner de manifiesto la relación entre la doctrina y la pastoral, y la necesidad de que la pastoral se fundamente en la doctrina, como ya han hecho meritoriamente otros autores, sino que profundiza en el concepto mismo de doctrina como el marco en el que la vida de las personas puede madurar, hacerse fecunda y rehacerse auténticamente, sea cual sea la situación en la que se encuentren, porque siempre contamos con la fortaleza de Dios para responder a las exigencias de los dones divinos que nos abren el camino de la salvación.
El autor pone de manifiesto que el auténtico concepto de "doctrina" es condición esencial de posibilidad de la pastoral, ya que la pastoral tiene como finalidad introducir al hombre en el misterio salvador de Cristo, y la doctrina es el relato dinámico de la vida de Jesús, en donde el creyente es acogido.